Friday, July 29, 2011

Manos y genitales


“A la cantante guineoecuatoriana Fifi la Mirey la detenieron llevando genitales humanos”. A una mujer de Occidente que se piensa civilizada eso le suena surrealista y le parece que cuadra demasiado bueno con la imagen predispuesta que muchos blancos tienen de ‘esos negros salvajes’. Entonces, la mujer (blanca) y civilizada decide que no va a creer la historia sin más. Como no pudo creer la misma mujer lo que le contó un tonto en Corisco; que Obiang no sólo robara los genitales humanos, sino que incluso se los comiera. Decide que debe ser un mito, o por lo menos exagerado.

Un año después de haber estado en Malabo, en Bata, y lugares más en Guinea Ecuatorial, y después de una huelga de hambre de un escritor guineano, un amor perdido y por lo menos dos ganados más, ella encuentra un libro escrito por un belga que trata de la historia de la colonia belga que una vez fue llamada Etat Indépendent du Congo, y que ahora ya no es colonia sino una república independiente, llamada la República Democrática del Congo.

¿Qué tiene que ver esa historia de la República Democrática del Congo con Fifi la Mirey y Guinea Ecuatorial? Mucho, aunque todavía no sabemos todo por no haber terminado el libro de 680 páginas hasta el final. El escritor belga, David van Reybrouck, estaba buscando voces de la gente del pasado y las encontró. Esas voces de algunos hombres muy, pero muy viejos, le contaron sus experiencias a partir de la llegada de los primeros blancos en el siglo diecinueve. Es una historia terrible con todos los ingredientes de explotación y abuso que ya conocemos de la época de la colonización. La época peor fue la de la extracción del gaucho a comienzos del siglo veinte. Porque en el interior del país todavía no existía el negocio con dinero, el rey belga Leopoldo II decidió sacar el gaucho a través del comercio de trueque. Lo que cambiaron por el gaucho era la mano de obra de los negros; la mano que en unos casos tenían que dar literalmente. Si los obreros no entregaban suficiente gaucho, les castigaron en una forma muy cruel y les quitaron la mano. Los jefes blancos mandaron a sus subordinados negros para cobrar impuestos y gaucho de los que tenían que trabajar en la selva como un tipo de esclavos. A esos subordinados les dieron un fusil, y para que no usaran el fusil para la caza, ellos tenían que probar lo que habían hecho con las balas. Así se acostumbró a cortar la mano derecha de sus víctimas para llevarla como prueba de las municiones disparadas. Esas manos se las ahumaba encima del fuego de leña, como hoy en día todavía lo hacen con la carne para que no se pudriera. Era porque él que cobraba el gaucho y los impuestos veía a su amo sólo una vez por dos o tres semanas, y tenía que mostrar los miembros como pieces justificatives, o sea como ‘recibos’ por los gastos.

Historias así y aún más crueles eran pan de cada día en aquel entonces. Muestran la colaboración perfecta entre blancos y negros en el intercambio de sus crueldades. Desde este punto de vista sí se puede creer que Obiang come testículos como se los lleva la Fifi. Pero lo que también se aprende es que un comportamiento tan horrible no era inherente a una sola ‘raza’, sino que era el resultado de un régimen cruel de blancos y negros. Como las crueldades en África de hoy en día son el resultado de los régimenes crueles respaldados por blancos y negros.

Anita Brus
29 de julio de 2011

Tuesday, July 12, 2011

Don Quijote en Guinea


Sancho habla en dichos. Si hubiera sido holandés podría haber dicho: “Se come de dos diques” (los diques nos protegen en contra del agua). El mismo dicho en español sería: “Se pone una vela a Dios y otra al diablo”. El diccionaro también dice: “Chupar de dos tetas a la vez”. O se dice: “no se chupa de dos tetas a la vez”, y la pregunta sería que sí se pondría una vela a Dios y otra al diablo, o que sí se comería de dos diques. Yo diría que sí, aunque no es lo mismo poner velas y comer de los diques, aún menos si uno pone las velas a Dios y al diablo a la vez. De los diques se podría comer lo mejor de los dos lados. De un lado se tomaría frutas tropicales y del otro manzanas, peras, y fresas nórdicas. Nada en contra, al contrario; puede enriquecer la mente y enriquecer las culturas.

Lo único es que todo cambia cuando las frutas se hacen venenosas. Myriam Martínez Elcoro, la directora del CCEB, parece haber decidido no comer las frutas venenosas cuando llama Guinea Ecuatorial “un país muy intenso e interesante para trabajar”. ¿Aceptable? Sí, nadie quiere morir. Aunque tal vez sería lógico salir de un país así, donde no se puede nombrar las cosas por sus verdaderos nombres. Pese a que sabemos que no siempre es tan fácil. Tal vez ella piensa que la tierra ajena, con su ayuda, podría cambiar en un verdadero paraíso.

Pero, ¿cómo señora Martínez Elcoro? Cuando el diablo se involucra, ya no se come las manzanas del paraíso, o ¿sí? Tal vez sí. Y, ella se deja envenenar. O, simplemente hace como si el veneno no existiera. ¡Pero existe! Tal vez ella también lo roconoce, pero decide callarse. Decide poner una vela a Dios y otra al diablo y comer de dos diques. Y, ¿que hacen todos sus amigos directores y los otros amigos de los Centros Culturales en Bata y en Malabo? Parece que ellos se callan también. No del veneno sino de los amigos callados. Y, ¿eso ayuda al fin y al cabo para eliminar el veneno? No creo. ¡Todos tendrían que abrir la boca! Don Quijote no se quedó con los dichos de Sancho y luchó, sea en contra de un rebaño de ovejas. Pero, por lo menos no se calló, ni lo hizo Sancho.

Anita Brus
12 de julio de 2011